Ricardo Solari, exministro del trabajo: “La confianza en la democracia como el mejor régimen pierde fuerza y peso en Chile”

A 36 años de la victoria del "No", el exministro del Trabajo, Ricardo Solari, aborda la evolución de la democracia en Chile, la figura de los militares como solución a la crisis de seguridad, el Estallido Social, la Constitución fallida y realiza un pronóstico acerca de los comicios de los próximos 26 y 27 de octubre, sobre los cuales comenta "no va a ser tan mala".
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A 36 años de la victoria del “No”, el exministro del Trabajo, Ricardo Solari, aborda la evolución de la democracia en Chile, la figura de los militares como solución a la crisis de seguridad, el Estallido Social, la Constitución fallida y realiza un pronóstico acerca de los comicios de los próximos 26 y 27 de octubre, sobre los cuales comenta “no va a ser tan mala”.


Por Álvaro Marchant

Hoy se cumplen 36 años desde que la opción “No” se impuso en el Plebiscito de 1988, cuyo propósito fue poner fin a la dictadura de Augusto Pinochet. El retorno a la democracia era un anhelo compartido por miles de chilenos y, con un destacable trabajo político y comunicacional de gran envargadura, los partidos de centro izquierda en Chile lograron el cometido.

Sin embargo, El escenario hoy es totalmente distinto y Ricardo Solari, exministro del Trabajo y parte importante en la campaña del “No”, lo sabe. En conversación con Fast Check CL, el militante del Partido Socialista (PS) analiza cómo la democracia ha perdido fuerza en Chile y comenta sobre la idea de que vuelvan los militares a las calles, premisa que alcaldes oficialistas respaldaron en su minuto.

Por otra parte, revela su pronóstico para la izquierda en las elecciones del próximo 26 y 27 de octubre, sobre las cuales comenta que una semana antes del cierre de las negociaciones el panorama era “fatal”.

Hay una poca vocación del sistema político de hacer las cosas que en el grueso la gente quiere

—A 36 años del plebiscito, ¿cómo cree que ha ido cambiando la democracia en Chile desde esas votaciones?

La transición ocurrió en un marco que, en definitiva, tenía una serie de componentes antidemocráticos y claves autoritarias. Eso ha ido reduciéndose, transformando no solo el ámbito del orden constitucional, donde la misma constitución que nos regía cuando fuimos al plebiscito ha sido modificada en varias ocasiones, sino que también en la preeminencia de las Fuerzas Armadas en órganos decisivos de la República. Ha sido un movimiento de ampliación del sistema democrático en términos normativos y culturales.

En segundo lugar, existe otra tendencia, que es aquella que ha ido generando la idea de que la democracia se vuelve un modelo político incapaz de resolver los problemas de los ciudadanos. Ha ido creciendo la idea de que este es un sistema político que tiene muchas dificultades, y por tanto, ha perdido respaldo y legitimidad.

Por otro lado, en el juego político parlamentario hay un cierto desquiciamiento, en donde el interés general o colectivo queda totalmente subordinado al protagonismo mediático. Lo digo no como un asunto circunstancial de esta semana, sino como un proceso de fragmentación muy complejo.

—¿Cuál es el rol de las figuras políticas para revertir esta realidad?

Yo creo que es importante vivir esta ambigüedad y aceptar esa incertidumbre. Aquí hay un juego, y hoy día se está librando entre quienes creen que debemos ampliar el espacio democrático, y eso implica transformaciones sociales, resolver demandas urgentes de los ciudadanos, etc. Versus aquellos que trabajan en la dirección opuesta. Pero haciendo el balance a largo plazo prefiero que hubiéramos ganado a haber perdido.

En virtud del video de las juventudes republicanas, en donde se celebra el golpe militar, ¿cree que las ciudadanía tiene una óptica distinta sobre Pinochet?

Lo que hicieron esos jóvenes es parte de la pintoresca política, es decir, en todo el mundo hay neonazis, seguidores de Franco, toda clase de gente que busca crecer en la política de nichos. No te olvides que en el plebiscito, Pinochet obtuvo el 44% de los votos, o sea, no era una figura marginal. Incluso varios personajes que hacen política hoy votaron, porque Pinochet siguiera ocho años más.

Tengo la sensación de que el paso del tiempo, sin embargo, se contrapone con el hecho que hay mucha fuerza de memoria en Chile. Ahora, que esto va a resistir la prueba del tiempo, eso obviamente no va a pasar.

En entrevista con otro medio usted dijo que una de las cosas difíciles de ese periodo fue enfrentar el escepticismo político que había, ¿cree que hoy, luego de dos procesos constituyentes fallidos ese sentimiento emerge?

No, porque fueron dos derrotas democráticas. O sea, el pueblo se expresó dos veces democráticamente. Si aquí hubiera existido la voluntad de un acuerdo, el texto habría sido aprobado. En la primera convención y luego en el primer consejo la respuesta ciudadana fue demasiado contundente.

—¿Entonces no creen que hoy en día hay un escepticismo político de la ciudadanía en la política?

Eso es otra cosa. Yo creo que sí hay un escepticismo. La confianza en la democracia como el mejor régimen pierde fuerza y peso en Chile y, obviamente, eso tiene muchos fundamentos. El primero es que el sistema político del modo que uno lo vive cotidianamente no es un productor de soluciones públicas, sino que más bien es este espacio de conflictividad que denota el deseo y la voluntad de personajes de posicionarse en el centro del protagonismo con el objetivo de reproducirse como élite política. Hay una poca vocación del sistema político de hacer las cosas que en el grueso la gente quiere.

Tenemos una situación difícil a nivel mundial y en el caso chileno tenemos esta dificultad de desajuste en el sistema político. Por otro lado, cuando problemas tan dramáticos como la inseguridad no se resuelven, la solución punitivista, mano dura, que no es una solución pero que es una retórica, crece.

Aunque alcaldes que corresponden a nuestras corrientes políticas han hecho ese planteamiento, yo creo que están equivocados

—¿Qué le parece que alcaldes del oficialismo pidan la presencia de militares en la calle, cuando hace 36 años era precisamente lo que no se buscaba?

Bueno, hay una petición que se origina también de la incompetencia de las fuerzas policiales y también la idea de que, en el fondo, no se está haciendo lo suficiente en ese terreno.

Ese principio tiene un error en su mérito. Aunque alcaldes que corresponden a nuestras corrientes políticas, han hecho ese planteamiento, yo creo que están equivocados. Esa no es la solución. No es que como resultado de la salida de los militares a la calle el país va a perder el grado de libertad o autonomía respecto lo civil, eso puede ocurrir adicionalmente. Lo que digo es que eso no va a resolver el problema ni del crimen organizado, ni de la delincuencia. Eso requiere muchas respuestas y distintos niveles.

—Si bien es un problema multifactorial, la ciudadanía necesita una medida reactiva eficiente, ¿cuál cree que puede ser?

Bueno, yo creo que el Gobierno ha ensayado un camino que es una agenda multidimensional: han incrementado significativamente los recursos, se están desarrollando las capacidades técnicas en la policía y en el Estado para ser capaces de enfrentar los nuevos desafíos.

Pero, yo creo que a todo esto le falta un acuerdo amplio, que genere la idea de que hemos construido un consenso. No puede ser que la misma semana que el Presidente hace un anuncio significativo en el aumento del financiamiento a un conjunto de medidas, se cuestione y se levante una acusación contra la ministra del Interior. Eso tiene únicamente un propósito político.

—A la ministra Tohá se le ha criticado en reiteradas ocasiones por sus dichos, sin ir más lejos, luego de fiestas patrias por “normalizar” la cifra de homicidios. Desde su experiencia en comunicaciones y como exministro ¿cómo evalúa el desempeño de Tohá?

Pienso que ella está extremadamente puesta y eso es muy complejo, pero la coyuntura lo exige, o sea, no veo cómo ella se puede esconder en medio de una discusión de esta naturaleza, donde hay, además, una necesidad de producción de interacciones, tramitación de leyes, acción de determinados actores institucionales, etcétera.

Obviamente, ninguna gestión puesta en ese nivel de tensión es perfecta. Si tú me dices “mire yo lo hubiera hecho de otra manera”, está bien, pero hay que estar ahí todos los días y enfrentar una migración que ha sido totalmente inédita en la historia de nuestro país.

Como decía, ella está en una posición de gran exposición y esto implica tomar riesgos, y estas coyunturas desde el punto de vista comunicacional, algunas veces se resuelven bien y otras mal. La pregunta que habría que hacerse es quién lo hubiera hecho mejor, o cómo habría sido hacerlo mejor.

Yo no creo que el estallido haya sido por la nueva Constitución

Hoy día se dio a conocer en la encuesta CEP que el 50% de las personas consultadas considera que el Estallido social fue “muy malo”. Justamente este mes se cumplen cinco años, ¿cuál es su visión de este evento?

La vista de hoy es bastante dura, trata bastante mal al Estallido. Yo nunca fui un gran entusiasta del Estallido en el sentido de que, por formación, a mí me parece que los procesos de esa naturaleza, que no tienen dirección política y que incluyen una componente de acción lumpenesca, que en ese caso fue bastante importante, son siempre muy complicados y peligrosos.

En segundo lugar, la solución que se dio en Chile no fue una social, que era lo que la gente decía en sus carteles. Sino que fue una solución política: una nueva Constitución.

— Pero en las calles se pedía una nueva Constitución

En parte, pero no juntas dos millones de personas para pedir nueva Constitución. Había gente que pensaba que había un sistemático abuso de los privados sobre las personas, y también es importante reconocer una ausencia del Estado en la solución de problemas vitales. Yo no creo que el estallido haya sido por la nueva Constitución.

—¿Le gustaba el primer proyecto?

Era partidario de aprobar para reformar pero el texto no me gustaba. Habían muchas cosas que no me gustaban, pero lo que menos me gustó fue que no se buscara un acuerdo. Porque había que entender la importancia del momento que se vivía en el país: estaba iniciándose un gobierno que había llenado de esperanzas, un mandato con el presidente más joven de la historia, y fue muy negativo políticamente hacer lo que se hizo: hacer una Constitución para un sector.

—¿Cómo ve a la izquierda chilena de cara a las próximas elecciones municipales?

Si me preguntabas esto hacer tres meses, o una semana antes del cierre de las negociaciones, te habría dicho fatal. Nosotros en el 1 versus 1 perdíamos. Tampoco nos iban a pasar por encima, ni nos iban a ganar en todos lados, pero nos ganaban.

Y, además, porque, a diferencia de la derecha, tenemos que defender una enorme cantidad de alcaldías y gobernaciones que ganamos en el contexto de la ola progresista de hace tres años.

Pero, ¿qué pasó con la derecha? No se pusieron de acuerdo. A los republicanos les interesa mucho más perfilar su fuerza política que llegar a un acuerdo con los otros. Los demás partidos tienen conflictos en sí mismos y por tanto, esta elección, que podría haber sido una elección, con bien malos resultados para nosotros, no va a ser tan mala.

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