Jaime Coloma, ex panelista de SQP: “La farándula nunca terminó, sólo cambió su foco”

El ex panelista de SQP, Rojo y otros programas de televisión analiza el retorno de los programas de farándula y cómo la política se ha permeado del estilo farandulero. Además, Coloma repasa su estadía en SQP y cuenta que no volvería a este tipo de proyectos.
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Por Álvaro Marchant

Hace un par de días, una publicidad en Chilevisión dio a conocer que el histórico programa de farándula Primer Plano volvería a la parrilla del canal, en diciembre de este año. El anuncio termina por coronar el retorno de los programas de este estilo a la televisión abierta.

Si bien poco a poco la farándula volvió a posicionarse dentro de las parrillas programáticas, también lo hicieron los realitys y los sketchs de humor que años atrás eran fuertemente cuestionados. Sin ir más lejos, en la pasada edición de la Teletón, el regreso de Kike Morandé junto a “Detrás del Muro” fue uno de los momentos más comentado.

Así las cosas, surge el cuestionamiento del por qué estos programas han vuelto a tomar tanta relevancia e interés en la audiencia. Años atrás uno de los programas emblema de la farándula era SQP, el cual contaba con panelistas como Ítalo Passalacqua, Juan Pablo Queraltó, Felipe Avello y Jaime Coloma. Éste último también fue panelista de Rojo en TVN.

Hoy alejado de la farándula y de la alta exposición televisiva, Jaime Coloma conversa con Fast Check CL y analiza el fenómeno de la farándula en Chile, sobre el que comenta que “nunca terminó, solo cambió su foco”.

La farándula nunca terminó

—¿Cuál es la visión que tiene de la televisión actual? ¿Cree que se ha amoldado bien a los requerimientos de las personas actualmente?

Me ha llamado la atención cómo la televisión se ha transformado en un anclaje al pasado y hay una necesidad, por parte de las audiencias, de retomar una forma de comunicar muy propia de periodos vinculados a los ochenta. O sea, la última Teletón, por ejemplo, destaca muchísimo la presencia de Kike Morandé, las redes sociales ensalzaron a una Miss Chile y retomaron el tema de las Miss Universo.  De alguna manera, la televisión se ha transformado en una especie de máquina del tiempo ochentera que poco tiene que ver con los procesos que viven los jóvenes.

—¿Por qué cree que se da esta vuelta como en 360 grados, de volver como a lo que estábamos antes? 

Fíjate que creo que hay una movida de comunicación política, no desde el lado partidista, sino de la dimensión social, de arraigar un modelo más conservador. Los medios chilenos en general son muy conservadores y la televisión en particular es un anclaje muy conservador, desde quién anima en pantalla a cómo se va constituyendo. 

Es llamativo, porque la televisión siento que se ha moldado un poco a los contextos sociales, por ejemplo, hace cinco años atrás, cuando estaba todo el tema del estallido social, se criticó el humor negro, se criticaban los reality, la farándula, y la televisión dejó un poco de lado ese tipo de contenido.

—Cinco años atrás, en un contexto de estallido social, la TV adoptó esa crítica que dice y sacó de sus parrilla ese tipo de contenido. Hoy la gente lo pide y vuelve ¿Cómo se explica esta moldura de la televisión a las demandas sociales? 

Cuando, para el estallido social, la televisión se vuelve mucho más política en lo discursivo, reniega evidentemente de la farándula, que ya se venía renegando desde el segundo gobierno de Bachelet, cuando ella declara que la farándula le había hecho mucho daño al país. 

Entonces ya venía, entrecomillas, apagándose. Pero la farándula en sí, como concepción comunicacional, nunca se apagó. Tú ves cómo los programas políticos o pseudopolíticos construyen un discurso farandulero. O sea, hay una dimensión farandulera en el relato social que es muy fuerte. Finalmente, la farándula nunca desapareció, lo que desapareció es que antes hablaban de modelos discotequeras y sus romances con los futbolistas, pero ahora se empezó a hablar de los romances de los políticos con otras personas. Cambió el foco: ahora veo a los políticos bailando, se pone el foco en las calugas del alcalde de Maipú más que en su gestión, entonces desde ahí se van construyendo ciertas cosas. 

La farándula nunca terminó solo cambió su foco. La verdad es que la farándula no puede morir y es muy fácil que vuelva a prender. Y desde ese punto de vista, la farándula tiene un arraigo súper conservador, porque construye un relato muy frívolo que quiebra cualquier posibilidad de tener una audiencia más reflexiva, que exista contenido más potente. Más allá que en el discurso todo el mundo diga que queremos programas más culturales, eso es mentira porque lo que nos gusta es el discurso farandulero. 

—¿Y volvió con el mismo foco que hace años atrás?¿Los programas van en la misma línea? 

Yo creo que cuando decimos que se establece una dimensión que tiene que ver con la máquina del tiempo, es precisamente eso, en volver a la farándula antigua, no en una evolución de la misma. Yo no satanizo la farándula, para nada, porque es un foco que llama mucho la atención y es un fenómeno social que no puede mirarse a huevo, menos aún cuando se enfrenta con dimensiones serias que también son farándula. La política debería ser seria y termina siendo farandulera. 

Entonces, uno dice: ‘no puedo mirar en menos este fenómeno, tengo que ver qué es lo que pasa’, y en ese sentido es muy interesante lo que planteas, porque en definitiva no se quiere que la farándula evolucione, se quiere volver a lo conservador que es aquella más cahuinera, de pelambre, muy distinta a un periodismo de farándula que podría vincularse a un análisis más profundo. Aquí es el cahuín, el con quién te metiste, por qué dijiste eso, y en entre medio hay mucha especulación.

En los programas de política hay mucha especulación sobre ciertos casos judiciales que están en pauta hoy día y eso es muy farandulero. La farándula en Chile, más que constituirse en un periodismo de farándula, lo hace en un conventilleo.

— ¿Es perjudicial y peligrosa esta mezcla entre farándula y política?

Yo creo que es perjudicial, porque se empieza a validar una forma de actuar por parte de la ciudadanía. Porque no hay que olvidar también que la televisión tiene un rol social, y ese rol social es educar. Si tú construyes agenda faranduleramente, estás construyendo también una sociedad que funciona con la lógica farandulera. Por ende, funciona con la lógica del cahuín,  de la agresión gratuita, de la violencia, como se ve en las redes sociales.

Estamos construyendo una sociedad que permite que existan, por ejemplo, las fake news, las cuales se validan como discursos correctos y eso es muy grave.

—¿Volver al antiguo método de hacer farándula es un retroceso? 

Para mí sí. Volver a los relatos faranduleros que tienen que ver con las cosas más cahuineras me parece que es un evidente retroceso, porque construyes un relato social, finalmente, donde se valida el cahuín, y por ende se validan las fake news, la chimuchina,  la agresividad, la violencia y no la reflexión, el análisis y la profundidad. 

“Hoy en día tenemos una televisión que está entre los ochenta y los dos mil”

—¿En qué punto se marcó este giro definitivo a validar nuevamente esta forma de hacer farándula? 

Creo que en algún minuto la situación se fue de las manos de la agenda política y mediática. No hay que olvidar que en el estallido social la gran crítica fue ‘apaga la tele’.

Entonces, cuando la agenda mediática y política ven la posibilidad de volver a lo conservador, lo hacen de inmediato. Y, esto estuvo muy marcado por el fracaso del primer proceso constituyente que, por lo demás, tuvo un componente muy farandulero. 

Lo que pasó con el estallido social fue eso, fue que la agenda pública condicionó a la agenda política y a la agenda mediática, pero cuando pudieron retomar los tiempos previos al estallido, lo hicieron, y la forma fue decir ‘borrón y cuenta nueva, volvemos a los tiempos de antes’. Hoy en día tenemos una televisión que está entre los ochenta y los dos mil, por ejemplo, esperábamos tener una nueva Cecilia Bolocco, queremos que vuelva el Morandé con Compañía.

— ¿Cómo se explica esta relación “tóxica” en que se cuestiona a la televisión, pero se sigue consumiendo? Al final la televisión sigue marcando la pauta

Primero, en Chile la televisión es nuestro vínculo con el mundo del espectáculo, en Chile no tenemos estrellas de cine, tenemos estrellas de televisión, de teleseries. Es nuestro pequeño hobby. Entonces, se crea esta ensoñación de tener un mundo del espectáculo.

O sea,  hoy día seguimos tratando a una mujer de 59 años como si fuera Miss Universo, eso es espantoso, pobrecita ella. Para las mujeres es mucho peor, porque no pueden engordar, no pueden envejecer. Los hombres podemos engordar, envejecer, miles de cosas. 

—¿Qué visión tiene de las figuras televisivas actuales? 

Creo que se van constituyendo marqueteramente a partir de la industria y funcionan acorde a lo que la industria exige. Entonces, por ejemplo, Julio César pasa de ser un animador de farándula a ser un animador político en un matinal que habla de portonazos. Y si el día de mañana tiene que volver a la farándula, probablemente va a volver, va a ser acorde a su rol comunicacional.

“Mucha gente ve a Felipe Avello como una persona que en estos tiempos sería funable, pero le están dando una lectura muy errada”

—En un eventual escenario, si hoy día existiera SQP, ¿usted sería parte de él o no? 

No volvería a la farándula, a pesar de que en algún momento me lo ofrecieron y todo, pero cada vez estoy más lejano. Insisto, yo no satanizo la farándula, no puedo escupir al cielo tampoco, pero además cuando yo estuve en SQP era un equipo muy particular, que es difícil que vuelva a darse, con muchos de ellos somos amigos: Felipe,  Juan Pablo Queraltó, le tengo mucho cariño a la Savka, o sea, estaba en una situación muy cómoda.

Además, todos los nombres que te acabo de mencionar, me atrevería a decir que por lo menos la gran mayoría, no quieren estar en estas cosas cahuineras. Nosotros lo pasábamos bien, nos reíamos, era una situación bien particular.

—Pero SQP era un programa de farándula a la antigua, el cahuín existía… 

Sí, habían cosas cahuineras, sin duda alguna, pero yo no me sentía cahuineando. Básicamente, porque había una dimensión más bien de risa, de show y también de mucho cuestionamiento. Nosotros nos reíamos de nosotros mismos. Sin ir más lejos, lo que hacía Felipe Avello. 

Mucha gente ve a Felipe como una persona que en estos tiempos sería funable, pero le están dando una lectura muy errada. Felipe era un gran crítico de lo que estaba pasando en el medio social, cuando hacía burlas de los homofóbicos, lo que estaba diciendo era todo lo contrario. Lo que hacía era una cosa muy avanzada, incluso cuestionando a la televisión. 

Siempre tuvimos una visión muy crítica de la televisión, lo que no significa que no nos gustara estar ahí o el trabajo que estábamos haciendo, pero teníamos una visión crítica y autocrítica también. Mucha veces decíamos ¿Cómo le damos a esto un cierto soporte? Para que no sea simplemente un cahuín y ahí entraban todos los juegos que hacíamos. Y, en ese sentido, jugábamos a favor de Felipe todo el rato. Juan Pablo de verdad era un gran partner de Felipe, Cristian Sánchez también, Nacho lo mismo, Savka e incluso Ítalo. Eso era impresionante porque Ítalo era un crítico serio y ahí permitía ese tipo de cosas. O sea cuando Felipe hacía el colibrí o le decía tú apoyaste a Pinocchio, viejo cerdo, de verdad una cuestión impresionante y el tipo estoico, se reía y no bajaba la rutina.

Pero volviendo a tu pregunta, creo que no volvería, porque además no es posible, sería jugar a una vuelta al pasado que no corresponde.

—Esta semana se conoció el cambio de nombre de Felipe Avello,  ¿Qué le pareció esta decisión?

Tengo una reunión pendiente con Felipe, quedamos de  juntarnos, capaz que el fin de semana nos veamos, no sé si lo logremos. Nos reímos mucho con esto del cambio de nombre y me dijo que me iba a dar toda la información, así que no te puedo decir más, porque estoy esperando hasta que nos veamos, pero nos dio mucha risa. 

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