Oriundo de San Carlos, comuna ubicada en la Región del Ñuble, el director Tomás Alzamora llega con «Denominación de Origen», su segunda gran producción que muestra la historia de un grupo de dirigentes que buscan patentar la longaniza como originaria de la comuna.
Esta producción ha alcanzado un gran éxito en nuestro país desde su estreno en salas, logrando permanecer durante cinco semanas seguidas en cartelera de los cines nacionales y acumulando más de 50.000 espectadores. «Nunca pensamos que iba a ser tan heavy», confiesa Tomás Alzamora.
Tildada como «mockumentary» o «falso documental», la película tuvo su debut en el Festival Internacional de Valdivia, donde se llevó el Premio del Público y el Premio del Jurado. Este estilo de producciones imitan el estilo y apariencia de lo que es un documental, pero con una historia que no ocurrió realmente. El fenómeno ha sido tal, que el conocido medio estadounidense de espectáculos Variety realizó una nota en torno al éxito de la película.

Alzamora explica que decidió hacer un casting a los habitantes de San Carlos, con el objetivo de tener una historia lo más realista posible. Por otro lado, al momento de rodar la película, los actores en ningún momento tuvieron acceso al guión, sino que Alzamora se encargó de indicar los hechos y giros de la historia con el fin de obtener el resultado más realista posible. «Nunca sé realmente lo que va a pasar, no tengo mucho control», añade.
En conversación con Fast Check CL, confiesa que la idea de la película comenzó a gestarse desde que tenía 10 años, pues era común que la gente no conociera ni supiera ubicar dónde se encontraba San Carlos. «Desde chico que tengo que lidiar con esa marginalización», comenta.
Más allá de lo cómico que puede resultar al público esta premisa en torno a la longaniza, Alzamora toma ese elemento como una lucha en contra de la centralización y de relevar «esa idea de la identidad, de levantar la mano y decir, “oye, existimos”. La Longaniza es una especie de embajador de un pueblo desconocido».

La carrera de Alzamora no se ha centrado solo en el cine: incursionó en la producción de videos musicales de artistas urbanos, como Jonas Sanche y Pablo Chill-e.
En esta entrevista, Tomás Alzamora ahonda en el mensaje político y social de la película, así como también en sus motivaciones e intenciones en el cine y la producción audiovisual.
Tomás Alzamora: “Trabajo bajo una metodología en que solamente yo conozco el guión”
— La película se construye en base a situaciones súper orgánicas que logran sumergir a las audiencias de lleno en la historia ¿Qué tan importante fue trabajar con personas y también con códigos propios del lugar para construir esta historia de manera tan natural?
Una de las cosas más importantes fue eso, trabajar con personas reales, muchas veces gente invisibilizada que no han tenido la oportunidad de estudiar, de hacer algún curso de teatro o algo. Solamente son gente apasionada que les gusta el arte, el espectáculo y creo que de alguna manera siempre soñaron con esto.
Es maravilloso que nosotros como realizadores y como equipo podamos darles las posibilidades a ellos de que sean parte de algo. No sabíamos que iba a ser tan importante y tan destacada la película, pero sí que queríamos hacer una buena película con cariño, con respeto, con amor.
— Se debe haber generado una conexión muy significativa con el elenco.
Fue maravilloso. Me involucré mucho con ellos, son mis amigos y amigas, aprendí mucho, conozco de sus vidas, me hago más consciente y más empático. Son todos personas muy lindas y buenas. Es un placer porque son tan creativos, impresionantes, llenos de historias, anécdotas, detalles, llenos de cine.
Trabajo bajo una metodología en que solamente yo conozco el guión, a ellos no les doy acceso, solo les voy indicando los puntos narrativos, los giros y los organizo. Después, cuando echo a grabar la cámara nunca sé realmente lo que va a pasar, no tengo mucho control, por lo tanto se hace una co-creación colectiva maravillosa.
— Has comentado que muchas cosas de las que causan gracia en las audiencias no necesariamente fueron intencionales, sino que tiene que ver con la idiosincrasia sancarlina, pero ¿el humor o la ironía juega algún papel de manera intencional en tu narrativa?
El humor y la ironía son mi forma de hablar, no solamente en el cine. Es la forma de cómo vemos las cosas, con alegría, a pesar de que sea algo muy grave o esté quedando la cagada. Siempre nos reímos, con lo bueno y lo malo, estamos siempre en ese código, nos reímos todo el día, nos encanta reírnos.
Es un ejercicio libre, un delirio de reírse, pero también con muchas capas más de fondo, eso es finalmente la cáscara. Al final del día, entre risa y risa, igual hablamos de política, de cosas que nos hacen ruido, que nos parecen injustas, de cómo somos como sociedad, de cómo nos organizamos.
— Quizá el humor y la denuncia son cosas que no se suelen relacionar entre sí a simple vista, pero al parecer en tu caso es utilizado como un herramienta de denuncia política y social.
Todo el rato, de hecho, hay grandes películas que ocupan la comedia para hablar de la verdad y sabes que, creo que me gusta, me agrada. El otro día reflexionaba que a nadie le gusta que le digan las cosas tan rudamente, como con un tono castigador. Si alguien te lo está diciendo en un tono negativo y medio pesado, no sé si la gente conecta tanto, entonces me parece que es una buena mezcla, como una forma de conectar.
Nos falta un poquito más de cariño, por eso creo que la película funciona, porque es cariñosa, tiene amor, trata de su gente con cariño, es alegre y la gente disfruta, ríe. En el cine todos se mueren de la risa y eso es lindo, da la impresión que nos faltara un poquito de eso.

“Estamos llenos de tesoros y nadie tiene idea”
— «Denominación de Origen» se ha transformado en un fenómeno no solo en las salas de cine, sino también en redes sociales ¿Qué comentarios o reacciones te han sorprendido más?
La verdad que nunca pensamos que iba a ser tan heavy porque tampoco sabíamos cómo iba a terminar la película. La proyectamos en Valdivia, donde ganamos el Premio del Público y el Premio del Jurado, y ahí cachamos que parece que la película estaba buena, porque era una euforia. Los estudiantes, la gente se nos acercaban a darnos abrazos, se colgaban del cuello y con sus ojitos emocionados me decían: «Gracias por inspirarnos, nunca había visto algo así». Eso fue muy lindo, todo el cariño, la honestidad y la transparencia.
Lo tomo con mucha responsabilidad, ojalá conectemos con las cosas cotidianas, con lo sencillo, con lo nuestro. Debemos buscar nuestra forma, nuestro lenguaje, nuestros personajes, pero para eso tenemos que salir del Starbucks, de Providencia e ir a meternos al río, hacer asado con los viejos y con las viejas en el campo, ir a la población, ir a la periferia y no inventar todo desde la imaginación, porque si no nuestras películas siempre van a quedar en el mismo lugar.
— ¿Ves una crisis de identidad en el cine nacional actual?
Sí, de todas maneras, a nivel país y como el cine responde al país, de cierta manera está todo vinculado. Si tú ves, todos quieren ir a Miami, todos quieren ir a Europa, a la Torre Eiffel, pero poco nos enorgullece una foto a la orilla del río haciendo un asado con longanizas o con una empanada chorreando, eso no sé si lo compartimos tanto. Estamos llenos de tesoros y nadie tiene idea.
— Me imagino que esta efervescencia en torno a la película y las reflexiones en cuanto al fenómeno que ha causado te han nutrido de ideas para futuros proyectos ¿Qué viene ahora para Tomás Alzamora?
Siempre hay muchas cosas que hacer, pero no estoy ansioso, no estoy pensando una película. Soy bien presentista, no es como que lo haga siempre, es una lucha constante de tratar de disfrutar el presente. Estamos calmados y buscando proyectos, nuevas voces que nos hagan bien y que nos hagan sentido, porque el cine es rudo.
Te metes en proyectos donde no ves ni uno y solamente tienes que invertir, y de repente exhibiendo tampoco ganas ni uno. Entonces al menos si esos años no van a traer una retribución económica, que nos hagan bien, que traigan una retribución al alma, que eso siempre es nuestro primer punto a chequear. Puedes pegarte el manso guatazo, entonces al menos decir “sí, fracasé, pero lo pasamos la raja”.
