El 27 de junio de 2025 uno de mis colegas en Fast Check recibió el siguiente mensaje: “me dicen que la matthei tiene ppios (sic) de alzheimer”. El mensaje había sido catalogado como “reenviado”, lo que podría ser un indicador fuerte de desinformación. Esto generó una discusión en el equipo sobre la viabilidad de chequeo, la viralidad del contenido y el riesgo de amplificación del mismo. Todos estos componentes siempre están en la mesa editorial de nuestro equipo a la hora de decidir si vale la pena hacer o no un artículo de fact-checking.

En ese momento decidimos no hacerlo, porque verificar el estado de salud de una persona se puede hacer solo por vía privada, a través una ficha médica personal. Pero, además, al evaluar el riesgo de tomar este mensaje y chequearlo, definimos que podría amplificar el contenido de desinformación original, tanto por el impacto que tiene Fast Check en sus publicaciones, como por la victoria que se anotarían las cuentas anónimas, que organizaron este ataque a Evelyn Matthei, al completar su estrategia desinformativa.
Su objetivo era existir, era que esto saliera de la pequeña burbuja de X (Ex Twitter) y llegara a donde nunca tuvo que llegar: la televisión abierta, radios y medios masivos, donde la candidata consideró que sería un lugar efectivo para desmentir. Por el contrario, lo amplificó.
Este fue, sin lugar a dudas, un ataque organizado para generar lo que se conoce como “character assesination” (Icks y Shiraev 2014; Icks et al. 2019)., definido como un “intento deliberado, intencional y público de destruir los rasgos que constituyen a la persona ante los ojos de la gente”. En otras palabras, “character” es un conjunto de valores y rasgos únicos de cada candidato, que se intentan destruir mediante difusión de desinformación.
En esta misma investigación científica, se señala que el 25 de abril de 2019 fue la primera vez que Donald Trump utilizó el término “Sleepy Joe” en una publicación en X.
“I believe it will be Crazy Bernie Sanders vs. Sleepy Joe Biden as the two finalists to run against maybe the best Economy in the history of our Country (and MANY other great things)!”.
“¡Creo que serán el Loco Bernie Sanders contra el Dormilón Joe Biden los dos finalistas para competir contra la que quizás sea la mejor economía de la historia de nuestro país (y MUCHAS otras grandes cosas)!”
Desde ese momento, Trump en X llamó “Sleepy Joe” a Biden en 189 oportunidades y 110 veces lo llamó del mismo modo en diferentes apariciones públicas de eventos offline. El fin de esta historia ya la conocemos todos.
No es la primera vez que pasa algo así en Chile, es mucho más frecuente de lo que creemos. Por ejemplo, durante la campaña presidencial de 2021, del entonces candidato Gabriel Boric, se le inventó una supuesta adicción a la cocaína, acompañado de un fuerte relato público para que se hiciera un test de drogas.
Hábilmente el candidato, durante un debate presidencial, mostró un documento médico acreditando que no era consumidor. Esto detuvo parcialmente la idea de instalar una asociación entre “Boric” y “Drogas”. Sin embargo, no detuvo a las cuentas que promovieron esta narrativa, para avanzar con la siguiente etapa de su estrategia: burlarse del candidato y encontrar un apodo que instale una asociación negativa de su persona para “asesinar al personaje”.
Así fue como comenzó a circular de forma organizada en redes sociales el concepto de “mamarracho” para referirse a Gabriel Boric, adjetivo ofensivo, que describe a una persona boba, malvestida, llena de defectos. No obstante, este apodo no pudo superar al más icónico de todos, el adjetivo de “merluzo”, que nació a raíz de los dichos del periodista español, Carlos Herrero, quien calificó al mandatario de merluzo, en en un programa de radio, es decir, en jerga española: tonto o bobo, ¿similar a mamarracho, no es así? “A los chilenos con este merluzo le esperan días de gloria”, dijo el periodista empezando desde ese momento la viralización del video, el que fue ampliamente reproducido en redes y medios de comunicación.
Esta idea de un Presidente bobo, malvestido y con problemas de adicción a la drogas, ha sido la narrativa fundamental de la desinformación sobre el Presidente Boric a lo largo de su periodo.
En 2022, durante una gira en el sur de Chile, se viralizó un video con el Presidente supuestamente borracho y tambaleándose en un escenario. Pocas semanas atrás se compartió una nueva imagen del Presidente desarreglado, con textos que aludían a una imagen poco presentable y en condición de ebriedad durante la noche. La foto fue desmentida por el propio Presidente, pero también por el papá del niño que se grabó y sacó una foto con él, de noche, saliendo de un partido de Universidad Católica. “Del video del momento se viralizó un pantallazo malintencionado y se ha sacado de contexto. Este no es un mensaje político, siento la obligación de que se viralice con la misma fuerza lo que realmente pasó”– dijo el papá en su propio perfil de Instagram.
En EE.UU. Donald Trump, ha utilizado diversos apodos para referirse a sus contendores. Tanto así que hay una entrada en Wikipedia con todos los apodos que ha creado o usado.
Por ejemplo, a Hillary Clinton, la ha llamado “Crazy Hillary” (Loca Hillary) o “Crooked Hillary” (Deshonesta Hillary), a Berni Sanders lo apodó “Crazy Berny”, a los de su propio sector, como Ted Cruz, lo bautizó como Lyin Ted (El mentiroso Ted) o al senador republicano, de larguísima trayectoria, Mitch McConnell, lo apodó “Cocaine Mitch”.
Pero, de todos estos, el apodo que dio a Joe Biden, “Sleepy Joe”, fue uno de los que ha calado más fuerte en redes sociales, generando una asociación evidente entre el expresidente Biden y su estado de salud física y mental deteriorada. Este apodo no vino solo, sino fue acompañado de decenas de videos donde se podía ver a Joe Biden perdido, como si sufriera de Alzheimer u otra enfermedad relacionada con la vejez y una mente deteriorada. Muchos de estos videos e imágenes fueron chequeadas por Fast Check y se pueden revisar en el sitio web (aquí).
Lo complejo de estas narrativas es que son muy difíciles de chequear, porque se fundamentan principalmente en opiniones y contenido humorístico, que al no ser factual, resulta imposible de verificar por los medios de fact-checking, debido a las propias restricciones metodológicas que nos autoimponemos para defender la libertad de expresión. Siempre he sostenido, y esta será una nueva oportunidad para hacerlo, que la base de una democracia sólida es que exista libertad de opinión y prensa plena y garantizada por el Estado.
La candidata Matthei decidió hacer de este ataque hacia su persona una causa y acusó una “campaña asquerosa” en su contra. Lo llevó a los medios masivos y resultó amplificando la desinformación. Lo paradójico es que su ímpetu para enfrentar la desinformación duró muy poco, tras una negativa generalizada de Chile Vamos de apoyarla y escalar este encono con su contendor. Como se dice en jerga política, le “quitaron el piso” y con eso la dejaron más expuesta que antes.
La candidata depuso sus acciones legales y con ello ganaron los mismos que, en el futuro próximo, seguirán profundizando la idea de que su estado de salud no es compatible con el cargo, y ganaron aquellos que encontrarán, más temprano que tarde, el apodo adecuado para cristalizar esta asociación.
La desinformación es un problema global, que afecta de diversas maneras a personas, procesos e instituciones. Mucho de esto lo dijimos en 2023, en dos informes que hicimos al alero del Ministerio de Ciencia, en la muy vapuleada Comisión Asesora contra la Desinformación. En ese entonces, se atacó sin tregua una instancia cuyo único objeto fue crear dos reportes técnicos de diagnóstico y recomendaciones para enfrentar este problema, que hoy aqueja a una de las candidatas en competencia. De hecho, si hubieran leído el informe, en vez de atacarlo, sabrían que las mujeres en política son uno de los principales objetivos de la desinformación, para impedir que participen de ella.
